FICHA DEL
FESTEJO:
Novillos de
Antonio López Gibaja, de muy buena presencia pero de mal juego generalizado por
su falta de casta o, en algunos casos, por su genio y peligro evidente.
Francisco
José Espada: estocada
(ovación); tres pinchazos, estocada atravesada y descabello (silencio tras
aviso).
Cristian
Climent: estocada
delantera desprendida (oreja); estocada atravesada y cinco descabellos
(silencio).
Leo Valádez, de
México, que debutaba con picadores: cuatro pinchazos y dos descabellos
(silencio tras aviso); estocada caída (oreja). La plaza registró muy floja
entrada en tarde de frío, viento y lluvia constante.
La
lógica hubiera aconsejado suspender el festejo ya por la mañana. El temporal de
viento, lluvia y frío que azota Valencia estos días se acrecentó tanto horas
antes de la novillada que había
argumentos sobrados para impedir su celebración. Pero el
paseíllo arrancó puntual en circunstancias tan en contra del toreo, y la terna
de noveles se vio forzada a hacer un desmedido esfuerzo en busca de un
lucimiento ya imposible de antemano.
El
de los tres novilleros fue todo un
derroche de entrega, porque a la lluvia y a ese fuerte viento,
se unió el mal juego de una seria novillada de López Gibaja, en cuya lidia los
tres resultaron aparatosamente volteados, milagrosamente, sin mayores
consecuencias. La
primera voltereta fue para Cristian Climent, al que una ráfaga
de aire dejó al descubierto en un quite con el capote a la espalda al novillo
que abrió plaza.
Luego
el valenciano banderilleó con garra y le puso tesón con la muleta a un segundo
astado sin clase ni entrega con el que se volcó a la hora de matar para cobrar
la recompensa de la oreja. No
pudo Climent hacer mucho más con el serio quinto, que manseó
descaradamente en varas y desarrolló un peligroso sentido, como evidenció al
arrollar a Leo Valádez cuando intentaba clavar por los adentro en el tercio de
banderillas que ambos toreros compartieron.
También
se libró por los pelos de un grave percance el joven mexicano, que, a pesar de
tan pésimas circunstancias, dejó una excelente impresión en el que era su debut
con picadores. Con el tercero de la tarde, Valádez no pudo lucir más que en un saludo por cordobinas
y en el tercio de banderillas, ya que el viento no le dejó luego someter a un
astado rebrincado y áspero.
Pero
sí que convenció con el sexto, ante el que se volvió a mostrar variado y
florido con el capote. En pleno temporal de viento y lluvia, el novillero de
México clavó las zapatillas en la arena para aguantar las oleadas de un novillo
que quiso rajarse, pero al que sacó naturales de mano baja y largo trazo con
una muy firme actitud, antes de pasear una oreja de mucho peso específico.
La voltereta que resta por reseñar fue para Francisco
José Espada,
sobrevenida también a causa de una ráfaga de viento que descontroló el capote
del madrileño. Así fue como el cuarto novillo le arrolló y le arrojó de fea
manera contra la arena, donde le buscó con saña pero sin lograr su objetivo.
Ni
este utrero, sin raza ni clase, ni su primero, afligido y desfondado,
permitieron a Espada mostrar más que su mucha voluntad en un festejo sin
sentido desde el mismo momento en que se sortearon los novillos bajo un
aguacero.
Fuente: EFE
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