Ficha
del Festejo :
18
de marzo, séptima de la Feria
de Fallas. Lleno. Toros de Zalduendo, bien presentados, precioso el
tercero, y de juego variado. Bravo el tercero, franco y suave el cuarto. Noble
el primero, desclasado el quinto, deslucido el sexto.
Rivera Ordóñez 'Paquirri', palmas
y silencio tras aviso.
Morante de la Puebla, pitos y ovación tras aviso.
Alejandro Talavante, oreja con fuerte petición de la segunda y silencio.
Morante de la Puebla, pitos y ovación tras aviso.
Alejandro Talavante, oreja con fuerte petición de la segunda y silencio.
Francisco Rivera 'Paquirri'
reaparecía en Valencia tras la paliza fea que un toro le dio en Olivenza. Con
la cara todavía señalada por las abrasiones, 'Paquirri' mostró ante sus dos
toros los pros y los contras de una técnica impecable y largamente adquirida.
Suficiencia en terrenos y distancias, capacidad para hacerlo todo limpio y
cuerda para buscar la química con el tendido, por un lado. En esos parámetros
discurrió su faena al primero bis, 'zalduendo' con raza al que toreó con
pulcritud y su trasteo con el cuarto, toro noble y suave. Por el otro lado, una
cierta desconexión de los caminos que la tauromaquia ha seguido en los veinte
años últimos, a lo que se sumó el viento. Enemigo vencible que no lo fue.
Volvía
Morante tras su recital de toreo el
pasado sábado. Resaca que duró un suspiro cuando no quiso ver a su primer toro.
El 'zalduendo' no fue claro y el viento sopló con fuerza. Condicionantes que
hicieron que el de La Puebla abreviase para enfado del público.
Quiso más Morante con la raspa que lidió en quinto lugar. Un semoviente que vino y fue con suma docilidad y con el que estuvo mucho tiempo el sevillano. Hubo pases largos y sentidos, pero todo sin el acompañamiento y la emoción que debe poner el verdadero toro de lidia. Cuando falta la emoción de la casta, todo queda reducido a un mero espectáculo visual alejado del verdadero toreo.
Lo
de Talavante
no era alarde para llamar la atención, aunque la llamó y se la quedó ya todo el
rato, sino pura lógica: al toro había que intentar torearlo donde mejor podía
desarrollar su fondo bravo. Tan al descubierto es verdad que la muleta flameaba
y era difícil mandar, pero Talavante se empeñó en citar y en trazar como si el
invitado incómodo no estuviera. Valor, mando y su personal estética se alearon
en una faena de convicción y entrega. Un trasteo valioso y excelso, por sí
mismo y por las complicaciones que superó. Una gran faena visible, para la que
se pidieron las dos orejas. El Presidente dio una, porque la espada cayó un
poco baja. La misma actitud mostró ante el sexto, que se puso a lanzar derrotes
violentos después de la primera tanda.
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